Buenas noches familias.
Parece mentira pero ya hemos pasado nuestra tercera jornada de campamento. Y es que el tiempo vuela cuando uno se lo está pasando también como nosotros. Y del tiempo, precisamente, hemos aprendido un montón a lo largo del día de hoy. Bueno, del tiempo y del espacio…pero empezaremos por el principio.
Anoche, cuando os dejamos el post, nos marchamos con los chicos a hacer una actividad a través de la que pretendíamos acercarles un poco lo que, como diría Madler, hay ahí fuera. Los cielos nocturnos del páramo castellano no son como para que te los cuenten y uno ve tantas estrellas en una noche despejada de julio que su cabeza se dispara a conocer más acerca de todas esas lucecitas que parecen velar nuestro descanso. Así anoche recordamos un poco más acerca de nuestro sistema solar. Claro que aprender nunca es sencillo. Si yo digo que nuestra estrella, el sol, tiene un tamaño más de cien veces mayor que nuestro querido planeta Tierra, podremos aprendernos el dato con mayor o menor tino. Pero si establecemos un paralelismo y decimos que el Sol es un balón de fútbol como los que patean los jugadores millonarios y la tierra tiene, por comparación el tamaño de un grano de tierra de dos milímetros, entonces nuestro universo se extiende hasta alcanzar su tamaño real. Gracias a esta manera de verlo sabemos que, si el sol fuera, a escala, ese balón de fútbol y lo colocáramos en la línea de la portería del fondo norte del Estadio Santiago Bernabéu, Plutón, ese minúsculo planetoide que se encuentra cerca del límite de nuestro sistema solar tendría el tamaño de la mitad de una cabeza de alfiler que colocásemos cerca de la plaza de Colon.
Pero la jornada fue muy larga y después de recorrer tan bastas distancias a uno se le queda el cuerpo para poco más que descansar. Y es que, por la mañana nos quedaba tratar con el Tiempo.
A las 10 ya estábamos listos para salir camino de Atapuerca…camino del origen de nuestra especie. Cerca del Pueblo de Atapuerca se encuentran las excavaciones en las que se encontraron los restos de homínidos más antiguos de Europa. Allí hemos aprendido cómo construían herramientas con dos simples piedras esos antepasados de nuestra especie; cómo aprendieron a elaborar pequeños instrumentos de precisión con los huesos de los animales que capturaban, a crear y conservar el fuego; a decorar las paredes de sus refugios con mágicas pinturas; enterrar a sus muertos, etc, etc.
Más tarde, después de ese viaje por el tiempo de nuestros antepasados, nos hemos perdido por la ciudad de Burgos. Las imponentes agujas de su catedral gótica han cuidado de nosotros hasta que ha llegado la hora de nuestra cita con el Museo de la Evolución humana. Allí hemos encontrado la explicación al desarrollo de nuestra especie en su marco teórico cerrando el círculo que abrimos por la mañana.
A la tarde hemos vuelto a nuestro refugio donde, después de la cena, nuestro amigo Fidel, alma del Refugio de Aves Rapaces de Montejo, nos ha explicado todos los pormenores que llevaron al gran Félix Rodríguez de la Fuente, a impulsar la creación del Parque Natural y del refugio.
Como podéis comprobar, una jornada inolvidable.
Aunque mañana será otro día, e intentaremos que sea mejor.