- Por ‘Sendas del Riaza’
El turno comenzó con lluvia, los cielos que rodean el albergue se tornaron azules intensos y el pinar verde oscuro, el viento soplaba con fuerza y la lluvia hizo aparición, según el pluviómetro que tenemos en el albergue, recogimos más de 36 litros en una hora, una buena parte en forma de granizo. Cuando pasó la tormenta, salimos a dar una vuelta por el pueblo para que los alumnos recién llegados conocieran el entorno.
Desde lo más alto del cerro, a unos 1.120 metros, se veía una gran mar de nubes. También zonas de Burgos, Soria y Segovia llenas de grandes nubes azules y blancas. Nos hicimos, de hecho, una preciosa fotografía con Castilla al fondo.
Por la noche jugamos al bote bote o bote botero, antiguo juego que los niños de los pueblos de esta zona y otras muchas de España practicaban en las plazas, preguntarles a vuestros padres o abuelos, seguro que ellos jugaron alguna vez.
Las excursiones a la antigua ermita del Casuar y a las Tenadas, se hicieron con chubasquero y paraguas, por si nos llovía, aunque no fue así, las nubes pasaron por encima y no nos mojamos.
Vimos un alimoche joven y un águila calzada, visitamos una tenada donde todos comprendimos la dureza de la vida en el campo, sin luz y sin agua corriente, muchos alumnos comentaron que no podrían vivir ni un solo día sin ducharse y sin enchufar el ordenador y sus juegos.
Uno de los grupos limpió de pequeños papeles y plásticos el camino, ya que no debemos olvidar que estamos en un Parque natural, en plena naturaleza y que no debe haber nada extraño en el suelo, pues algunas especies llevan estos restos a los nidos y pueden ser ingeridos por los pollos que pueden morir por asfixia.
Lo que más gusto por la tarde fue una competición de juegos tradicionales en el que destacaron dos alumnos que superaron los 100 y 120 puntos respectivamente en el juego de la llave.
No faltaron las fantásticas fotografías en las rutas y las charlas con la gente mayor del pueblo, que nos enseñó sus casas y su forma de vida. Celestino, de 82 años, enseñó fotografías antiguas de cuando él era un mozo y se fue a la mili. Los niños que estaban presentes pudieron comparar las formas de vida de un pueblo con las de una gran capital como Madrid. Lo que más les llama la atención es la tranquilidad con la que se vive en estos pueblos y que no tienen tiendas donde comprar chucherías. Algún alumno sugirió el poner un gran centro comercial para que el pueblo tenga de todo, con tanto terreno se podría construir en cualquier parte.
También pudimos ver varios corzos con crías en los trigales y un grupo de 6 jabalíes comiendo cebada en un cultivo.
Pudimos tomar magníficas imágenes, algunas de gran calidad; flores, paisaje y huellas fueron las más aplaudidas. Las de grupos de trabajo en acción fueron de lo mejor, nos dejaron hacer algunas fotografías más para que todas las actividades quedaran reflejadas.
La despedida fue doblemente emotiva pues se cruzaron alumnos de los mismos cursos y del mismo colegio. Lo que más se informaban unos a otros, es lo bien que se comía y lo nuevas que estaban las instalaciones.
Para los alumnos, fue una experiencia inolvidable en un lugar en plena naturaleza y rodeados de amigos de clase; ¿Quién puede pedir más?